Escrito por: Joel
Edad: 14 Años. Título: Quizá Al abuelo de Efraín (Dios se apiade de Efraín) no le agradaban en lo absoluto los juegos de mesa; podría ser, eso sí, que los soportara, que si el muchacho con sus amigos jugaba, lo soportara; sólo con la condición de no hacer mucho alboroto. A Efraín, por otro lado, le encantaban: que si un póquer, que a la lotería, que al dominó, que al ajedrez, que a lo que sea; a todo le decía que sí. Habría que esperar hasta un sábado para que el niño dijera que no. Y es que los niños pugnan, los muy bárbaros insisten siempre. En el caso de estos dos, de nieto y abuelo, fue así. Fue, repito, un sábado cuando Efraín se negó a jugar. A lo que me cuentan, sucedió lo siguiente: El ocaso, un sol cálido, verano, el anciano en su hamaca, Efraín, por su lado, con un libro (esto es mentira) en mano. Cuando el intrépido chamaco iba a preguntarle a su abuelo que si al dompe quería jugar, un ínfimo presentimiento le llegó. Le llegó, según, la visión de la muerte; ésta no era como todos la describimos; era, quizá, como los ojos que leen estas letras. El niño tiene miedo, el abuelo muere, las cartas en el suelo. Sólo con la condición de no hacer mucho alboroto. |
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